DE HIERROS

Más vale un buen hierro que 50 malos.

 

Sofía Mendizabal

Preciosa madre de un precioso niño

Gran encuadernadora

 

 

 

Querida Sofia, mi primer hierro fue un trébol, si, un pequeño trébol, y no lo regalé ni lo vendí, pero por más que lo busco no lo encuentro.

El único vestigio que tengo de él, es este dorado que arriba te muestro, en una agenda que le regalé a mi mujer hace ya 30 años.

Lo compré en Gherardine y Tous y ya nunca pude olvidar esa tienda; fue la primera y hoy, después de tantos años podría hacer una radiografía mental de sus anaqueles y de todas las maravillas que atesoraba.

Allí compré mis primeros hierros y los primeros materiales de encuadernación.

El mundo ha cambiado Sofi; poco en muchas cosas, pero en otras ha dado un vuelco que no podíamos ni imaginar.

Antes, tenía que recorrer 650 km. para ver una tienda y hoy por internet y desde cualquier parte del mundo, casi te metes en ella.

Allí compré en mis primeros años y allí me emocioné, disfruté y creció esta pasión.

Horas y horas de conversación con Gloria; pero sobre todo con su tía, de la que no recuerdo el nombre.

 

De Blat

 

No tenía ni idea de cómo se hacían o quien hacía aquellos hierros.

Muchas tardes -cuando recibía o hacía algún encargo-, hablaba con aquella amable señora y preguntaba y preguntaba y nada, hasta que un día:

- Gracias, preciosos hierros, muchísimas gracias.

- Si, Galeano es muy bueno.

- Como dice..... Alcalá Galiano.

- Nooo.. no, yo no he dicho nada.

Ella defendía un negocio y yo quería abrir un mundo que desconocía.

Galeano. Corrí a la central de Telefónica en A Coruña y pedí unas páginas amarillas de Madrid.

Que tiempos y que estúpido; allí estaba él y otros grabadores, especialistas en hierros para encuadernación: Galeano, Revenga y Mimendi.

Llamé a Galeano, le dije que era el feliz poseedor de 20 hierros suyos y si podía visitarlo y ver su taller.

- Si, si, por favor faltaría más, yo le llamo.

No llamó y cuando pasados los años llamó amable y obsequioso para ofrecerme sus servicios a mí ya no me interesaba Galeano.

Un mal día cerró Gherardine y llamé a Revenga.

Y con Revenga me entendí bastantes años.

 

De Olivares

 

Estos son mis primeros hierros de D. Jaime Olivares Escoda.

No son los primeros, ojalá lo fueran - aunque si lo fueran, igual no los apreciaría como hoy los aprecio- son los primeros de Olivares y los primeros dignos de tal nombre.

Antes hubo otros muchos; pero esos no los recuerdo.

Toma entre tus manos un buen hierro, contémplalo detenidamente y si te emociona, veras pasar ante tus ojos una maravillosa y fascinante historia.

La del libro y la imprenta; las catedrales y monasterios; de los grabadores y encuadernadores; iluminadores y canteros....; de los artífices que lo hicieron posible, pues todo está relacionado, todo es uno.

 

De Blat

 

Un simple hierro; un pequeño hierro o "a humilde pedra esquecida dalgún canteiro galego".

Barroco, gótico, mudéjar.....

No soy capaz de explicar esos sentimientos, las sensaciones, la emoción que me invade al contemplarlos.

Han sido mi alegría y sorpresa; mi miedo al no saber hacerles frente, un ansia indescriptible y la felicidad al abrir los paquetes.

Pero no siempre.

También disgusto, amargura e impotencia, pero de eso no me acuerdo.

Desde un principio empecé a comprarlos, hace ya muchos años y el primero fue un trebol.

 

De Blat

 

Un día visité una exposición en el Conde Duque en Madrid, en la Imprenta Artesanal y las encuadernaciones esta vez, estaban acompañadas por sus hierros.

Estaban los de siempre; Palomino, Cogollor... pero mi vista y mi tiempo, siempre se dirigía hacia la perfección técnica de un joven encuadernador; José Luis García Rubio, que ya en aquellos años, nada tenía que envidiar a los mejores encuadernadores franceses y que hoy puedes admirar - además de, en sus libros- en los rótulos de los de tus maestros, Ana Ruiz-Larrea y François Brindeau.

Cuando visitaba una exposición, la observaba hasta el último detalle, pasaba horas y horas y me ponía de rodillas si hacía falta, para no perderme ni el más mínimo detalle de cada una de las encuadernaciones; aquel día me dolían las rodillas contemplando extasiado aquellos maravillosos hierros.

¡Pero que tenía yo en casa, Dios mío! ¡De quien eran aquellos hierros!

Pregunté y me dicen que de Olivares, el mejor grabador de Madrid.

El grabador de Palomino y de la Imprenta Artesanal del Ayuntamiento........de capa española y ceremonioso me dicen y no creen que me atienda pues tiene mucho trabajo y no trabaja con cualquiera.

No aparecía en las páginas amarillas y no me dan su teléfono pero si su dirección.

Al llegar a casa le escribo una carta con devoción y agradecimiento.

Y me llama, con voz pausada y ceremoniosa.

 

De Blat

 

- Don Carlos Rey

- Si dígame.

- Soy don Jaime Olivares y le llamo para decirle que me ha gustado su simpática carta y que le voy a hacer los dos hierros que tan gentilmente me solicita.

- Muchísimas gracias.

Al poco tiempo me llega un paquetito con los dos maravillosos hierros que te mostré arriba y me indica que le tengo que enviar 30.000 pts. (180 euros).

Yo no le había pedido precio y la verdad es que cuando escribí la carta me daba igual.

En aquel momento estaba con el diseño de una réplica de un libro del siglo XVII y preparado para encargarle los hierros a Revenga.

Le pedí presupuesto y se lo envié a él.

- Don Carlos Rey, con mucho gusto le hago estos hierros y mire Ud. a partir de ahora por cada hierro que le haga -sea grande o pequeño- le voy a cobrar lo mismo; 15.000 pesetas.

¡Joder...! la mayoría de los hierros eran pequeños; le pude haber encargado más grandes.

Hace 25 años, 15.000 pts. eran 15.000 pts. Revenga me cobraba 3, 4, 5.000... según tamaño.

 

De Blat

 

- Muy bien D. Jaime pero le ruego que me los haga de 2 en 2; vivo de un sueldo y para mí eso supone mucho dinero.

- No se preocupe, no se preocupe D. Carlos.

Pasaron un par de meses y me llama.

- D. Carlos Rey, mire Ud. ya le tengo el par de hierros que me encargo y francamente, me han gustado tanto y han quedado tan bien que me he emocionado y me dije, le voy a hacer otros dos; los hice y cuando terminé estos me dije........

Sofía; sudaba y sudaba; sudaba y sumaba; 30+30+30... y el hablaba y hablaba y cuando terminó de hablar eran 8 hierros; los 6 que ves abajo y dos más.

¡La madre que lo parió!

 

Maravillas de Olivares

 

Al día siguiente le envié el dinero y le rogué por Dios y la Virgen que me los enviara de dos en dos.

En los dos meses siguientes se repitió esta historia dos veces más, hasta completar los 22 hierros que le había encargado.

Vendí -a la mitad de su precio- una parte de mi colección de Galeano y Revenga y le envié el dinero, jurándome que nunca más y que si algún día le encargaba algo.. de 1 en 1.

 

De Blat

 

Pasan unos meses y otra vez:

- D. Carlos Rey.

- Si ya se, D. Jaime Olivares, dígame, dígame....

- Mire Ud. me voy a jubilar y quería hacerle una propuesta.

- Ud. dirá.

- Cuando grabo un hierro siempre hago otro para mi, si a usted le parece bien yo le envío los 100 que tengo y me los va abonando poco a poco como Ud. disponga, mes a mes.

¡Sofía!.........Uuuffffffffff...... y más Uuufffffffffff.

¡Dice que le encargan un hierro y hace otro para él! Uuufffff

- A ver D. Jaime, primero, me gustaría saber que hierros son y después ya veremos.

A los pocos días llega una carta con el dibujo de los hierros.

Le encargo 5 y poco despues me envia lo que ya imaginaba; por timidez me quedo con uno.

- Buenos días D. Jaime soy Carlos Rey, mire Ud. por las molestias me voy a quedar con uno y le devuelvo los otros cuatro; para estos hierros me sobran grabadores en Madrid y mucho más baratos.

Se jubiló y nunca más supe de él.

 

De Blat

 

Decía Palomino que los hierros alemanes eran tan perfectos que no le emocionaban, que le emocionaban los franceses.

Sofía, te voy a contar ahora una historia que más bien parece un cuento.

Imagínate la escena y después piensa lo que quieras, pues hoy y después de tantos años, no encuentro explicación para lo que sucedió aquel día.

Siempre quise tener hierros de Alivón, pero por una causa u otra -además de su precio- nunca me decidí.

Tuve en mis manos sus maravillosas tipografías pero nunca sus hierros.

 

De Blat

 

Entré un día en la tienda-taller de un ""amigo"" -si, entre comillas-, aquí en Coruña y lo primero que veo es un paquete con remite de Alivon.

- ¡ Joder!¡ Pero y esto!¡Compraste hierros de Alivón!

- No sé lo que es y no es mio.

- ¡Como que no es tuyo! ¿entonces, de quién es?

- No tengo ni idea.

- ¡Como que no tienes ni idea, si el paquete está a tu nombre!

- Ya, pero yo no lo encargue y no sé lo que contiene.

- A ver, vamos a ver, te llega un paquete a tu nombre, tu no lo encargaste y no sabes de quien es.

- No

- ¿Y quién lo pago?

- No tengo ni idea, vino a portes pagos, yo no.

- Ábrelo.

- Como lo voy a abrir si no es mío.

- ¡Coño!, está a tu nombre, ábrelo.

- Carlos, no lo puedo abrir, si lo abro, después que hago.

- ¡Anda, el ético! Como que haces, lo cierras y se lo remites a Alivón.

Imagina mi ansiedad, mi cara, años deseando tener en mis manos esos hierros y el muy cabrón no quiere abrirlo.

Si no lo abre me da un infarto.

Por fin abre el paquete y en su interior 10 hierros.

Llevaba mucho tiempo intentando imaginar estos hierros; eran buenos hierros -sus tipografías son de fundición- y estos parecían hechos por distintos grabadores. Eran buenos, pero no tan buenos como los buenos de Olivares y aún precio superior.

Le pregunté y pregunté y no fui capaz de llegar a ninguna conclusión.

Solo una cosa se con certeza: el no los pagó; no sé si los encargo o no, pero sé que él no se gastaba ese dinero en unos hierros de Alivon - aún recuerdo el regateo por una parte de mi colección y que gracias a Olivares se llevo al 50% de su valor- hierros que después, bailaron en un cajón.

 

De Blat

 

Un buen día un encuadernador me llama y me hace una proposición: si tú me enseñas a pintar papeles al engrudo yo te enseño a dorar cortes. Los que me conocen saben que no hacía falta tal proposición; acepté.

Traía unas fotos de sus libros, barrocos, llenos de dorados y le pregunte donde compraba los hierros. Me contesto que a un chico en Madrid, que eran perfectos pero que no valían porque eran planos. ¡Perfectos! ¡Planos! Así conocí a Ignacio Blat “ALDO”, mi grabador y amigo desde hace años; el hombre tenía razón eran perfectos, no tenían nada que envidiar a los de Olivares (ni a los de Alivon en París) y a unos precios razonables, pero se equivocaba en una cosa: no eran planos; a la vista parecen, pero tienen una ligera curvatura, para poder dorar bien.

 

De Blat

 

Esto lo escribí hace ya 11 años en aquel famoso y para mi añorado foro argentino de Encuadernación.

Sofía, despues de tantas alegrias y disgustos -más disgustos que alegrias- encontrar a Blat fué un bálsamo.

No sé cuantos años hace que soy su amigo, 20 o más y digo amigo y no cliente, pues en todos estos años más que una relación comercial ha sido y continua siendo, una relación de amistad.

Con él aprendí, vi como se hacían los hierros y como trabajaba un grabador.

Y me permitió ver sus manos; su taller.

Y no solo a mí, a cualquiera que se acerque a el, y así sigue.

Maestria y humildad; aprende contigo y tu aprendes con el.

En estos 20 o más años visité su taller muchas veces y he disfrutado de 14 tipografías y más de 200 de sus maravillosos hierros y nunca, nunca, he tenido un disgusto al recibir sus paquetes.

Hoy conservo los hierros de Olivares que ves arriba y cuatro de Ignacio Blat.

La inmensa mayoría están en La Argentina - lo que para mí, es una gran satisfacción- otros, los he regalado a amigos queridos, como muestra de amistad y gratitud.

Hay quien me dice ¿Como puedes desprenderte de lo que tanto quieres?

No los puedo enjaular; un hierro no fué pensado para estar encerrado en un armario, un hierro está al servició del libro y yo, hace años que no encuaderno.

Pero quien sabe Sofi, quizas, algún día, llame a la puerta de nuevo el cartero con un paquete de mi querido amigo Ignacio Blat.

Si pinchas en la imagen, ahí están.

Mis queridos hierros.

 

 

 

 

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